Descripción y condiciones de desarrollo:
La nosemiasis es una enfermedad provocada por el ataque al intestino de las abejas de microorganismos del género Nosema, antes clasificados como protozoos y últimamente como hongos.
Hasta 1996 se consideraba que solo había una especie de nosema, Nosema apis, que se identificaba por observación al microscopio, pero la puesta en marcha de técnicas analíticas moleculares, de ADN, llevó a la conclusión de que las esporas que se veían como iguales al microscopio en realidad pertenecían a dos especies de Nosema diferentes, la clásica, Nosema apis, en las abejas europeas, y otra nueva sobre la abeja asiática, Nosema ceranae.
A finales del 2005 el Centro Apícola Regional de Marchamalo, Guadalajara, aplicando esas técnicas, identificó Nosema ceranae en nuestras abejas, y posteriormente, en otras de diferentes países europeos y americanos.
Los años 2004 y 2005 fueron meteorológicamente desastrosos en muchos países, por calor y sequías, también en España. Hubo fallos generalizados de floraciones, sobre todo de verano y otoño, lo que ocasionó una gran escasez de abejas y de reservas en muchas colmenas.
Las debilidades consecuentes en esas colmenas generaron una gran mortandad de otoño e invierno, a la que en principio no se encontraba causa y que se bautizó como “Síndrome de Desaparición de Colmenas”, (en EEUU Colony Collapse Disorder, CCD). Algunos investigadores asociaron la identificación de Nosema ceranae con esta desaparición de colmenas.
Posteriormente el análisis molecular de abejas antiguas conservadas congeladas en distintos laboratorios ha demostrado que la presencia de Nosema ceranae en Europa y América es anterior a esas fechas, año 2000 e incluso antes.
Aunque siguen abiertas muchas investigaciones sobre este problema hoy día la mayor parte de los equipos que trabajan en este problema mantienen que la base de estas bajas es una mezcla de varios factores: fallo nutricional por meteorología desfavorable, mal control de varroa y contaminación de ceras y pólenes por residuos de plaguicidas, tanto internos (acaricidas aplicados contra varroa) como externos (plaguicidas agrícolas).
Cuando estos factores provocan una debilidad extrema de la colmena se facilita el desarrollo de enfermedades latentes, como Nosema, cuyo desarrollo se considera más como un efecto de esta debilidad que como una causa de la misma.
Las esporas de Nosema existen, en pequeña cantidad, en muchas colmenas normales. Cuando las esporas son ingeridas por una abeja sana pasan al intestino grueso donde los jugos digestivos van atacando su envoltura. Al final de este paso, en la parte terminal del intestino grueso, el proceso de digestión rompe la corteza de la espora y libera al microroganismo que estaba dentro, enquistado, que se fija sobre el tejido interno del intestino y se reproduce, formando más esporas, a base de alimentarse de este tejido, al que va destruyendo.
Por efecto de esta acción la abeja pierde tejido interno del intestino, que es donde se hace la digestión, y pierde vigor y capacidad de vuelo, permaneciendo en grupos en los alrededores de la piquera, con el abdomen hinchado por la acumulación de residuos cuya eliminación se hace cada vez más difícil.
Finalmente la abeja acaba muriendo. A veces deja en la colmena (piqueras, cabezales de los cuadros, entretapa,...) un gran número de defecaciones pardo oscuras de olor pútrido que contagiarán a otras abejas que traten de limpiarlas.
Otras veces no existen estos indicadores externos de la enfermedad, y solo se aprecia una disminución de la población de abejas adultas de la colmena, hasta que se llega a una cantidad por debajo del nivel crítico de supervivencia, quedando solo la reina y un pequeño grupo de abejas que, finalmente mueren una noche de frío. Pero estos síntomas coinciden con los de desnutrición por falta de polen, por lo que para un diagnóstico certero es preciso enviar una muestra de abejas a un laboratorio especializado.
Si se alarga el período de clima suave, con temperaturas diurnas de unos 18 º C, lluvias o humedad procedente de nieblas o rocíos y ausencia de floraciones, incluso de poca intensidad, se entra en una situación peligrosa ya que las abejas se mantienen activas una parte del día, pero se agrupan en un racimo de invierno al caer la tarde y durante toda la noche.
En este período no hay floración que active el comportamiento de limpieza. Y en estas circunstancias, con el frío de la tarde, no se dan los vuelos de limpieza que hacen las abejas jóvenes para defecar, y algunas eliminan sus residuos en el interior de la colonia.
Esta suciedad de los fondos, más el roce continuo de unas abejas con otras hace que si aparece un brote de problemas intestinales en una parte del enjambre, provocado por Nosema, se expanda con facilidad a otras abejas.
Teniendo en cuenta que hay una deriva de abejas de unas colmenas a otras, que puede llegar al 30 % en muchos casos, el brote se puede extender de unas colmenas a otras con más o menos facilidad dependiendo de una serie de factores (clima, alimentación, cantidad de esporas en circulación, susceptibilidad de las abejas,...).
Tratamientos:

El tratamiento efectivo en este caso es en primer lugar eliminar el foco infeccioso, limpiando y desinfectando al menos los fondos de las colmenas, y aplicar un antibiótico específico clásico, fumagilina, que se encuentra en el mercado como “Fumidil B”.
La fumagilina es un antibiótico muy poco estable, sobre todo en solución acuosa, que es como se aplica. Por ello es necesario darlo a las abejas disuelto en un jarabe de agua y azúcar, cada 3 – 5 días, unas 4 – 5 veces. No debe calentarse mucho este jarabe, ya que las altas temperaturas también inactivan la fumagilina
Como ya se ha mencionado la aplicación de antibióticos a las colmenas plantea el problema de los residuos que pueden contaminar las siguientes cosechas de miel.
Desinfección:
Cualquiera de estos tratamientos debe ir, siempre, acompañado de medidas higiénicas, sobre todo de la limpieza y desinfección de los fondos de las colmenas. Esta es, siempre, la parte más contaminada. Otra medida necesaria es la eliminación (enterrar, quemar) de las abejas muertas y material biológico (panales, crías...) contaminado. Y nunca se deben dejar panales de colmenas afectadas a disposición de las demás abejas.
Si tenemos el mismo problema en un asiento determinado año tras año quizás debamos plantearnos abandonarlo, ya que puede ser insalubre por excesiva humedad, pocas horas de sol...
Las colmenas muertas de nosemiasis no deben ser reutilizadas sin una limpieza a fondo del material (rascado) y una desinfección a fondo: pasando un soplete de gas hasta que la madera se pone de color paja, insistiendo en las esquinas y en las grietas y uniones de la madera. Para fondos plásticos puede hacerse una buena desinfección manteniéndolos sumergidos durante 25 minutos en un baño preparado con una parte de lejía por cada 20 de agua, al que se debe añadir un chorro de lavavajillas para mejorar la capacidad mojante (penetrabilidad en los rincones) de la mezcla.