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despoblamiento

despoblamiento1Hay una cierta variabilidad de síntomas, pero los más frecuentes son que a la entrada del otoño las colmenas dejan de criar, y van perdiendo población poco a poco, más bruscamente cuando comienzan los fríos en las zonas que los hay, y acaban con un puñado de abejas y la reina y llenas de miel, no teniendo reservas de polen.

Es frecuente que estos problemas se presenten en la gran mayoría de colmenas del mismo colmenar (que ha seguido la misma ruta de floraciones y tienen los mismos territorios de pecoreo), mientras otros colmenares próximos, del mismo apicultor, con los mismos manejos, no lo manifiesten.

Las pérdidas de colmenas pueden llegar a ser realmente importantes.

Cada vez somos más los que pensamos que en realidad hay varias causas que, sumadas, pueden producir esta situación:

Mala nutrición por meteorología desfavorable.
Alta presencia de varroa.
Residuos de plaguicidas (internos, acaricidas usados contra varroa, y externos, agrícolas) en la cera y el polen.


Cuando una colmena se debilita por la acción conjunta de estos tres factores, cada uno de los cuales puede, individualmente, ser más o menos importante, las abejas van pereciendo por debilidad, intoxicación o desarrollo de enfermedades que estaban latentes y aprovechan la bajada de defensas para manifestarse (Nosema). A veces uno solo de estos factores es lo suficientemente importante como para provocar por sí solo la desaparición; otras veces son dos, o los tres, los que actúan.

Mala nutrición por meteorología desfavorable:

Esta no es una situación nueva, el clima sufre variaciones periódicas, importantes en nuestra zona, aunque últimamente están siendo más graves por el cambio climático (ONU; Panel Internacional del Cambio Climático, IPCC; NASA; Agencia europea del Medio Ambiente; Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los EEUU, NOAA…).

despoblamiento_2 En nuestra bibliografía apícola ya en 1807 Josef Rivas discute la motandad invernal de colmenas por falta de polen. En Australia tuvieron problemas semejantes a finales de los años 70 (Kleinschmidt, 1979). Los norteamericanos en California en 1987-1988 y en Florida en 1985-1990 (Sanford, 1990).

Argentina, Canadá, España en el 2000 (Pajuelo, 2001) y otros países europeos han comunicado bajas similares con síntomas parecidos. Los actuales apicultores profesionales de Salamanca han oído hablar a sus padres y abuelos, que trabajaban con cochos, de años en los que las colmenas se llenaban de miel de mela de encina y quedaban sin abejas en invierno.
Ya se ha comentado al hablar del otoño, en el apartado de “Las reservas”, de la importancia de una buena alimentación para las abejas en esta época. Esta importancia es aún mayor si las colmenas no comieron adecuadamente durante el  verano, lo que es relativamente frecuente en la mayoría del territorio español.

Sin esa buena alimentación no hay cría que renueve la población para entrar en invierno con abeja joven, que aguante hasta la primavera, o la cría que nace no tiene suficientes depósitos corporales de reserva. Aparte de que puede que las reservas de la colonia no sean suficientes en cantidad o bien en calidad.
En algunas zonas el paso migratorio de abejarucos (Merops apiaster) en su vuelo de vuelta a África, septiembre, hasta mediados, aumenta ese efecto de carencia de alimentos. Cuando ellos están presentes las abejas no salen de las colmenas, apenas hacen algunos vuelos a última hora de la tarde para aprovisionarse fundamentalmente de agua.
Este efecto negativo es mayor aún los años de sequía, en los que no hay charcos de agua que mantengan poblaciones de otros insectos en sus alrededores, y la dieta de los abejarucos no se diversifica, concentrándose en los colmenares.
En esta situación si las abejas trabajan en una floración de final de verano, o de otoño, pobre en polen, espliego o mela de encina, el instinto de las abejas viejas de la colmena las lleva a recolectar ese néctar, lo que hace que se agoten más.

Esto acaba con una colmena con poco o nada de cría, solo abejas viejas al límite de su vida, y mucha miel y poco o nada de polen.
Los síntomas de esta situación serían, primero la disminución importante o desaparición de la cría, y después, la recolección de “falsos pólenes” (polvo del pienso de cerdos o vacas en el campo, de harinas en los molinos…) para cubrir el instinto de recolección de este por las abejas.
En estas condiciones cuando vienen los primeros fríos la colmena puede perder entre 2 y 4 cuadros de abejas y quedar por debajo de la masa crítica necesaria para sobrevivir. Este proceso puede durar unos 2-3 meses, entre septiembre y noviembre-diciembre; si en esa época no se visitan con frecuencia las colmenas su evolución puede pasar desapercibida y pasaremos de ver una colmena “normal” a verla despoblada y muerta o terminal.

La solución a este problema es el traslado de las colmenas a una floración de buen polen, como pueden ser los jaramagos (Cruciferae) o el madroño (Arbutus unedo), o la alimentación con un pienso que aporte los nutrientes del polen, como se explicó anteriormente.

Residuos de plaguicidas (internos, acaricidas usados contra varroa, y externos, agrícolas) en la cera y el polen:

ImidiaclopridaTrabajos recientes en varios países (EEUU…), España entre ellos (Orantes, com. pers.), están estableciendo que en algunas ceras hay un alto nivel de residuos de los acaricidas que utilizamos contra varroa de forma ininterrumpida, (en España desde 1986); y que estos residuos, solubles en grasas, se acumulan en las ceras y en el polen en ellas almacenados, y causan intoxicaciones en las larvas.

Se trata de intoxicaciones que pueden llegar a ser subletales, y que originan un debilitamiento del sistema inmunitario que facilita el desarrollo de enfermedades (nosemas, micosis, y loques…), o letales, que causan directamente la muerte.

Esto da una imagen de cría operculada más o menos salpicada, a veces de diferente nivel en panales de la misma colmena, debido a las prácticas de intercambio de cuadros.
Existe otro tipo de intoxicación debida a los plaguicidas, son los que se utilizan en agricultura, que pueden afectar directamente a las abejas pecoreadotas, y quedar en forma residual en la colmena a través de los productos recolectados.

Pero el mayor problema en este sentido es una nueva generación de plaguicidas, los neonicotinoides, que actúan a niveles muy bajos sobre el sistema nervioso de los insectos-plaga, desorientándolos y provocando daños que acaban con ellos aunque no inmediatamente.

Estos insecticidas quedan en el suelo largo tiempo (hasta 2 años) y son absorbidos por las plantas a través de las raíces e incorporados al néctar y el polen, intoxicando a los insectos que lo consumen, que, a la larga, tienen problemas nerviosos y van desapareciendo en el campo.

Los gobiernos de varios países de la UE (Alemania, Eslovenia, Francia, Italia de momento) han establecido prohibiciones o restricciones de su uso, ya que afectan seriamente a los insectos polinizadores, como nuestras abejas.
La intoxicación con plaguicidas agrícolas es un problema que se da en España en algunas zonas. En España estos neonicotinoides se comercializan con los nombres de:
“Provado Pin” “Confidor”, “Escocet” “Gaucho 600 FS” “Gaucho 600 FS Rojo” “Gaucho 70 WS”.

Ante un problema de este tipo deberían ponerse en contacto rápidamente con un laboratorio adecuado (los residuos van disminuyen con el tiempo y son más difíciles de detectar) y solicitar instrucciones para tomar una muestra adecuada y enviarla a analizar.

checkmite
Productos con activos fosforados, como el coumaphos (CheckMite, Perizin y Asuntol), no están autorizados en muchos países, debido a ser altamente residuales y presentar un alto riesgo para el consumo humano. Sin embargo en nuestro país se utilizan cientos de miles de dosis cada año.

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